---- Capítulo 10 Al ver mi cadáver en la mesa de autopsias, su cara palideció al instante, aunque trató de forzar una sonrisa. -Sé que has estado bajo mucha presión últimamente, Eliseo, pero... -iDónde estabas antes de fracturarte el pie? -Eliseo no apartaba la vista de Dominga. Su mirada era incisiva, como si quisiera atravesar cada una de sus mentiras. -No me mientas. -Yo... estuve todo el tiempo en el laboratorio -respondió Dominga, pero su voz empezaba a quebrarse. Evitaba su mirada-. Eliseo, ;por qué de repente preguntas sobre eso? -gQuién puede probarlo? -insistió él, sin pestafiear. -Eso... -iEliseo! -Yago irrumpió, furioso-. Sabes que las cámaras del laboratorio estaban rotas en ese entonces! Antes de que Eliseo pudiera contestar, José se acercó, apuntándole con el dedo en la cara, lleno de ira. -iDeja de desviar la conversación, Eliseo! -gritó-. jTú fuiste el que suplicó casarse con Dominga, que ella te diera un hijo! Y hoy vienes aqui a destruir tu propia boda. iTienes que dar una explicación clara, o yo mismo desmantelo este lugar! José, cegado por la rabia, le arrebató el palo de las manos a Yago y lo alzó, dispuesto a golpear mi cadáver. -iNo! ---- Eliseo se lanzó desesperado, protegiendo mis restos con su cuerpo. Pero antes de que pudiera ocurrir el daio, Gerardo intervino, quitándole el palo a José. -iYa basta! -gritó Gerardo, su tono frio y autoritario-. Si de verdad quieres la verdad, cierra la boca y escucha. -Si no, no me culpes si tengo que sacarte de aqui yo mismo. El rostro de José, normalmente imponente, palideció ante esas palabras. Estaba acostumbrado a recibir respeto donde fuera, pero ahora quedó sin palabras, ahogándose en su propia furia. -Tú.. jtú! Gerardo lo ignoró y se dirigió directamente a Dominga, su mirada afilada como un cuchillo. -Dominga Vidal, responde a mi pregunta -dijo sin rodeos- es tu relación con Juan Bravo? . cCuál Dominga dio un respingo. -iNo, no conozco a esa persona! -Sí, lo conoces -Eliseo, con un gesto cuidadoso, colocó mi cadáver en su lugar. Sus ojos brillaban de rabia mientras la miraba fijamente -. Miguel Bravo, el gran jefe que prometió hacerte una estrella de cine en el extranjero. -eQué es lo que filmaste allá, Dominga? -Gerardo tomó la palabra, con su voz firme e imponente-. Sabes a qué me refiero. No necesito decir más. Si preguntamos es porque ya tenemos las pruebas. El rostro de Dominga palideció. Dio unos pasos hacia atrás, temblorosa. ---- -No sé de qué están hablando -intentó excusarse, su voz se quebraba-. Si no quieres casarte, no lo hagas. Fue mi error enamorarme de la persona equivocada... Pero entonces, un sonido inesperado Ilenó la sala. -jAh, sí, claro! Hablamos de esas películas para adultos que todos conocen, ;verdad? -Gerardo levantó su teléfono, reproduciendo una grabación. La voz de un hombre vulgar resonó en el aire de la sala de autopsias-. Ustedes no saben lo bien que lo hacía. Le dije que si filmaba cien, la presentaria a un gran director. 'Se puso las pilas, eh! iLos actores de mi jefe no podían ni con su alma después de ella! En la pantalla, un hombre corpulento y calvo estaba sentado bajo una luz brillante, siendo interrogado. Mi cuerpo, ya momificado, tembló. Reconocí esa voz. Era el mismo hombre que lideraba el grupo que me violó. Cada palabra que pronunciaba era una bofetada, no solo para Dominga, sino para mí también, -iNo! jNo es cierto! -gritó Dominga, sus manos extendidas, intentando arrebatarle el teléfono a Gerardo-. jNo lo pongas, apágalo ya! iTe dije que lo apagues! Pero Gerardo, con un gesto rápido, apartó su mano antes de que pudiera tocar el teléfono.
