---- Capítulo 11 -Esto es solo la grabación del interrogatorio, Dominga -dijo Gerardo, apagando el teléfono con una frialdad que helaba la sala-. Ese hombre ya confesó cómo te ayudó a tenderle una trampa a Diana, Ilevándola a ese almacén para que la violaran. También confesó cómo destruiste las pruebas. El tono de Gerardo no ofrecia ninguna oportunidad de redención, solo era una presión psicológica, una última estocada. Pero Eliseo se quedó congelado en el momento en que escuchó la palabra "violación". Sus ojos se Ilenaron de furia descontrolada. -iDominga! Gerardo tuvo que interponerse, deteniêndolo antes de que hiciera algo de lo que se arrepintiera. Mientras tanto, Yago, con una expresión de asombro que reflejaba el impacto de la verdad, murmuró: -Entonces... hemos culpado a Diana todo este tiempo? José, perdido en la incredulidad, no encontraba las palabras. Lo único que logró articular fue un balbuceo cargado de confusión: - Cómo... tú fuiste capaz de...? De repente, Dominga soltó una carcajada, estridente y desquiciada Su risa llenó el espacio como un trueno. -iSí, lo hice! ;Y qué? -gritó, su voz resonando como una cuchilla que cortaba el aire-. Siempre detesté a Diana. iTodos la adoraban, todos la admiraban! iPor qué? -Su risa se volvió un grito cargado de resentimiento-. ---- Por qué todos la veían como una estrella y a mí no? Eliseo intentó avanzar hacia ella, pero Gerardo lo detuvo una vez más. Dominga, ya perdida en su locura, siguió despotricando: -Por qué yo tenía que ser la que lo perdiera todo mientras ella brillaba? iDiana me lo arrebató todo! jincluso a ti, Eliseo! -sus ojos se Ilenaron de lágrimas-. Ella se lo merecia. Tenía que sufrir, tenía que ensuciarse... igual que yo. Sus palabras eran como agujas, desgarrando la atmósfera de la sala de autopsias. La desesperación y el odio la consumian. Dominga estaba rota, pero de una manera que hacía que incluso su confesión sonara como si ella fuera la víctima. Como si el mundo entero le debiera algo. Yago, abrumado por la culpa, rompió a llorar. -iMaldita seas! -gritó con la voz quebrada-. jCreí tus mentiras y me pasé aíios insultando a Diana! jVoy a matarte! La furia lo cegó, y de repente intentó estrangular a Dominga Dominga, con los ojos en blanco por la presión en su cuello, esbozó Uuna sonrisa aún más sarcástica. -iSon ustedes los estúpidos! -logró decir, burlona, a pesar del dolor. José, conmovido y Ileno de remordimiento, intentó detener a Yago. -iNo lo hagas! -suplicó-. Deja que la justicia se encargue de ella. Diana merece que se haga lo correcto. iJusticia? Pensé. ;Ahora me hablan de justicia? é De qué me sirve, si ya estoy muerta? Pero Yago no se detenía, la ira lo consumia. ---- -iBasta! --bramó Gerardo, disparando al techo para poner fin al caos-. jSi siguen así, los meteré a todos en la cárcel! El silencio invadió la sala de autopsias. Gerardo, firme, sacó las esposas y se dirigió hacia Dominga. -Dominga Vidal, quedas formalmente detenida por intento de homicídio, asesinato y sabotaje de investigaciones científicas. Todo se resolvió rápidamente. En solo unos días, el tribunal dictó su sentencia: pena de muerte, ejecutada sin demora. Mi cuerpo, esa cáscara vacia que habían convertido en polvo tras los análisis forenses, fue finalmente enterrado. Solo una caja pequea, sin mucho peso, eso era todo lo que quedaba de mí. -Lo siento, Diana -Eliseo Iloraba, sepultando la caja junto a mi tumba. Sabía lo que contenía: las cenizas de nuestro hijo, reducido a polvo tras los exámenes de ADN. Pero, para ser sincera, ya no me importaba. Mejor así, era una suerte que no hubiera nacido, sobre todo con un padre como Eliseo. Sentí cómo una calidez empezaba a rodearme, suave, acogedora. ; Será que por fin voy a desaparecer? Pensé mientras esbozaba una sonrisa. Al fin, liberada. Pero, antes de que esa sensación de paz me Ilevara completamente, lo vi. Eliseo, con una mirada vacía, cortándose la garganta con su propia navaja de disección. Cayó lentamente al suelo, su vida escapándose en un charco de sangre. -Diana, -murmuró con los ojos vidriosos-. Te devuelvo mi vida... a ti y a nuestro hijo. ---- Pero, aquién quiere eso? Pensé, sintiendo una mezela de desprecio y cansancio. Demasiado tarde. Poco a poco, cerré los ojos y me dejé Ilevar. Me sentí ligera, elevándome, fusionándome con las nubes. Desapareciendo para siempre.
