---- Capítulo 4 Después de que Lucía se quedó dormida, recibí un mensaje inesperado. Era de Emilia:" Fidelia, necesitamos hablar si tienes tiempo." Hice cara de pocos amigos y le dije que me enviara un mensaje, pero Emilia no envió más mensajes. Justo antes de irme a dormir, recibí una llamada de Emilia. - FEstoy abajo sal un momento. Solo quiero preguntarte una cosa. (Aún piensas volver al extranjero? - Mati y yo creemos que quizá sea mejor para ti seguir en el extranjero. Además, éno está tu esposo allí? Sería más justo para ti. Me confundí un poco al escucharla y luego me reí. Esta fue tal vez la única excusa que encontró Emilia para contactarme tan tarde en la noche. A ambos les desagradaba tanto que no querían estar en el mismo país conmigo. Miré a Lucía que estaba dormida Lucía a mi lado y bajé las escaleras en silencio. Tal como imaginé, Emilia estaba parada bajo la luz del farol. Respiré hondo antes de mirarla de frente. ---- - No tengo intención alguna de irme. Lo he considerado por Lucía. No quiero seguir arrastrando a mi nifia de un lugar a otro. Emilia dejó escapar una leve risa y, sin más testigos alrededor, su mirada se 1lenó de desprecio. -Fidelia, sé que estás en una situación financiera urgente. Si te diera una buena suma, éPodrías irte? Guardé silencio. No era ningún secreto que estaba en una mala situación económica. Tanto Emilia como Matías sabían lo difícil que había sido mi vida en el extranjero, y ahora utilizaban eso para presionarme. Pero aun así, me negué. Su expresión cambió a una de sorpresa. Pero aquella noche nos separamos sin llegar a un acuerdo. Durante los días siguientes, sigue buscando trabajo. Sin embargo, en cada entrevista me descartaban en la primera ronda. Finalmente, un entrevistador joven, con evidente incomodidad, me reveló la verdad en voz baja: - Es orden del sefiora. Graves. Así que Emilia no quería que encontrara trabajo e insistía que me fuera al extranjero. Agradecí al entrevistador por su sinceridad y, al salir de ---- la oficina, recibí un mensaje del hospital. Había reservado una cita la noche anterior para tomar medicación antidepresiva. - Su estado no es bueno - me había dicho el médico durante la consulta-Se recomendaría más sesiones de terapia. No era la primera vez que un médico me lo decía. Mi depresión había tocado fondo hace mucho tiempo. Al salir de la consulta con el medicamento en la mano, iba leyendo el prospecto cuando, al doblar una esquina, choqué con alguien. -TLo siento mucho -me disculpé de inmediato. Al levantar la vista, vi a Matías de pie frente a mí. Detrás de él estaba Emilia. Matías hizo mala cara y parecía no querer hablar conmigo, sino irse. En ese momento Matías de repente notó la medicina en mi mano. -éQué hacías en el hospital? Parecía Matías querer ver lo que tenía en mis manos. Sin embargo, rápidamente guardé la caja en mi bolso. - Me resfrié. Necesito comprar unas medicinas. ---- Emilia intervino con una sonrisa casual: - Sí, últimamente hay muchas personas que están enfermando. Pero Matías no respondió. Sus ojos seguían fijos en mi bolso. Bajé la cabeza con rapidez y apresuré el paso hacia la salida. Nuestro encuentro fue inesperado. Antes de irme al extranjero, había deseado verlo más seguido, pero siempre estaba ocupado. Apenas respondía mis mensajes y, eventualmente, dejó de escribirme por completo. Y ahora que de verdad no quería verlo, parecía que el destino se empefiaba en cruzarnos una y otra vez. Habia tenido depresión durante mucho tiempo. Hubo días en los que mi cuerpo simplemente no respondía, y noches en las que pensé en terminar con todo. Pero había sobrevivido de milagro. Esa noche, al volver a casa, encontré a Lucía esperándome en la sala. No había dormido bien la noche anterior, así que decidí acostarnos temprano. Estaba a punto de quedarme dormida cuando de repente un olor a quemado me hizo abrir los ojos. ---- Lucía dormida profundamente, ignoraba todo. Al principio pensé que algún vecino había quemado la comida, pero el fuerte olor se intensificó rápidamente. Me levanté de un salto y corrí hacia la ventana. Entonces vi el humo negro elevándose en el aire. iEl edificio estaba en Ilamas! Un torbellino de recuerdos me golpeó al instante. No tenía tiempo para dudar. Cogí a Lucía en brazos. -iMamá? - preguntó, adormilada. Pero al darse cuenta de lo que ocurría, se aferró con fuerza a mi ropa. Mis manos temblaban por el miedo infinito. Empujé la puerta con torpeza y me lancé al pasillo con Lucía en brazos. Corrí desesperada por las escaleras de emergencia, tropezando varias veces. Me raspé las rodillas, pero el dolor no importaba. Cuando finalmente salimos del edificio, una multitud ya se había reunido afuera. El escenario ante mis ojos coincidía con un recuerdo que jamás había logrado borrar. Mi respiración se aceleró a pasos agigantados y mis piernas flaquearon hasta que me dejé caer contra un árbol. ---- - Mamá... évamos a morir? - preguntaba Lucía con ansiedad. Recuperé poco a poco el sentido y la abracé más fuerte. --No, te protegeré por siempre mientras viva. Porque su verdadera madre ya había muerto por salvarme. En mi segundo afio en el extranjero, Matías finalmente dejó de vigilar cada uno de mis movimientos. Fue entonces cuando conocí a Feliciana, una maravillosa profesora mexicana que daba clases de psicología en la universidad. Cuando mi depresión alcanzó su punto más crítico, recurrí a ella. Le confesé mis sentimientos por Matías, convencida de que también me juzgaría como lo hacían los demás. Pero no lo hizo. Por el contrario me alentó a seguir adelante y me permitió trabajar con ella en sus investigaciones. Me mostró fotos de su pequefia hija, Lucía. En aquel entonces, ella era solo una bebé. Feliciana se acababa de divorciar, pero no cabía duda de que la amaba con el alma. ---- Durante ese período, mi depresión pareció mejorar. Hasta que una noche, el edificio del laboratorio se incendió. Llevaba tapones para los oídos y no escuché la alarma, así que Feliciana corrió enloquecida a buscarme para salvarme. En ese momento, debido a la alta temperatura, la lámpara del laboratorio se cayó. La bloqueé con mi cuerpo y la lámpara le golpeó la cabeza. Cuando llegaron los bomberos, Feliciana ya sabía que no sobreviviría. Me tomó la mano con su último aliento y me hizo prometerle que cuidaría de Lucía. Yo acepté. Feliciana murió en el incendio, y yo fui a buscar enseguida a Lucía. Era demasiado pequefia para recordar a su madre biológica. Desde entonces, comenzó a llamarme "mamá " Pero mi depresión empeoró demasiado. Cada vez que cerraba los ojos, veía esa trágica escena. Se convirtió en mi tormento constante. ---- La única persona que me había tratado bien en el extranjero tristemente ya no estaba. Discover our latest featured short drama reel. Watch now and enjoy the story!