Capítulo 20: Lilliana sintió que las palabras de Joshua la golpeaban profundamente, pero se obligó a mantener la compostura. «No le tengo miedo. Es sólo que no tengo ganas de escribir la canción yo misma». Joshua replicó: «Sólo tienes que componer algo y acabar de una vez. Alicia lleva dos años casada, metida en casa cocinando y ocupándose de todo. Se ha olvidado de todo. No es nada especial. ¿Por qué preocuparse por ella?» Lilliana hizo un mohín, claramente insatisfecha. «¿De verdad no estás dispuesta a gastarte el dinero en mí? Bien, lo haré yo misma». En tono firme, Joshua respondió: «Lilliana, sabes que gastaría cualquier cosa en ti. No es que no quiera, pero en este caso no merece la pena. Deja de actuar así». Lilliana se mordió el labio con frustración. Sabía cuánto la había mimado Joshua en los últimos dos años. Había gastado millones en ella sin pensárselo dos veces. «Está bien», aceptó Lilliana, aunque era evidente que no estaba del todo contenta. Esa misma noche, cuando Joshua volvió a casa del trabajo, le esperaba algo inesperado. Nada más cruzar la puerta, una suave figura se arrojó a sus brazos. La habitación estaba a oscuras, pero el fuerte aroma del perfume llenaba el aire, con un efecto embriagador que rápidamente despertó algo en su interior. Se aferró a Lilliana, besándola con rudeza mientras sus manos recorrían su cuerpo con clara intención. Sabiendo exactamente lo que quería, Lilliana respondió con impaciencia. «Enciende las luces. Quiero verte, maridito». La palabra «maridito» despertó algo en la mente de Joshua, haciéndole recordar sus primeros días con Alicia. Recordó cómo ella le había llamado tímidamente «maridito», con ojos llenos de sinceridad y amor. Por aquel entonces, las emociones de Alicia habían sido crudas y reales. Todo lo que siempre había querido era su afecto. Atrapado en un torrente de recuerdos, Joshua agarró de repente a Lilliana por el cuello. Su voz sonó áspera. «Nada de luces. Lo haremos a mi manera». Impulsada igualmente por sus propias emociones, Lilliana respondió con una súplica sin aliento: «Sólo ten cuidado. Recuerda la seguridad del bebé…». Más tarde, Joshua transfirió cinco millones de dólares en efectivo a Iris. Junto con el dinero, dejó una nota que decía: «No me falles». «Te lo entregaré en diez días», respondió Iris. Al oír eso, Lilliana se indignó. «¿Diez días? La película se estrena el mes que viene, ¡y Gerry me dio un plazo de diez días! ¿No es demasiado poco?». Frustrado y agotado, Joshua ignoró la queja de Lilliana. «Lo bueno se hace esperar. Apresurarse sólo dará como resultado una calidad inferior». Después de eso, Lilliana dejó de discutir. «De acuerdo. Sólo asegúrate de que esté listo antes de la fecha límite», dijo. Lilliana tenía fe en las habilidades de Iris. «Cuando consiga que la empresa cree una fantástica campaña de marketing y lance otra canción de éxito, mi valor de mercado se disparará. Y cuando me haga famosa, entregaré personalmente el primer ejemplar firmado a tu ex mujer. Quiero ver su cara cuando lo vea». Joshua se limitó a darle una respuesta superficial. En aquel momento, no podía importarle menos el ascenso al estrellato de Lilliana. Lo que más le excitaba era imaginar la reacción de Alicia una vez que se viera eclipsada. Saboreaba la idea de su humillación, sabiendo que cuando llegara, no tendría a nadie a quien pedir ayuda. Este pensamiento permaneció en su mente mientras volvía a la empresa para trabajar, curioso por saber si Alicia le pediría ayuda alguna vez. Esa misma tarde, su ayudante entró con algo de comida. Yates, es hora de comer». Joshua frunció el ceño ante el olor grasiento de la comida. Lilliana, habiendo crecido en un hogar acomodado, no sabía cocinar y se había acostumbrado a la comida para llevar o a cenar en restaurantes. Pero antes, Alicia siempre había cocinado para Joshua. Se esforzaba mucho por ganarse su favor, siempre cuidando de él en todos los sentidos, incluso a través de las comidas que preparaba. Joshua se daba cuenta ahora de hasta qué punto su cocina había influido en su refinado paladar. No se había dado cuenta en aquel momento, pero aquellos momentos aparentemente triviales se habían convertido en parte integrante de él. Más tarde, Alicia caminaba por el pasillo con unas bolsas de la compra cuando vio a Joshua apoyado en la pared, fumando. Su traje hecho a medida y su aspecto elegante parecían fuera de lugar en el edificio, un marcado contraste con su antiguo carácter frenético tras el divorcio. Dejó escapar una bocanada de humo, con aspecto maduro y sofisticado. «¿Ya has comido?», preguntó. Mirándole como si fuera un extraño, Alicia respondió fríamente: «¿Qué quieres de mí?». «Tranquila. No tienes por qué desconfiar tanto de mí», dijo Joshua con una suave sonrisa. «No he venido a hacer nada malo. Sólo quería verte». Alicia se burló, claramente poco convencida. Sin responder, pasó junto a él y subió las escaleras. Joshua la siguió, con la mirada fija en la compra que llevaba en la mano. «Parece que aún no has comido. ¿Te importa si te acompaño a comer?». Al oír sus palabras, Alicia sacó su teléfono, con expresión fría. «¡Atrás o llamo a la policía!». Joshua apagó el cigarrillo y la miró a los ojos. «Alicia, tengo una propuesta para ti. Sólo quiero que sigas cocinando para mí y te pagaré cien mil al mes». Alicia no dudó en marcar un número. Sin inmutarse por su acción, Joshua enarcó una ceja. «¿Cien mil no es suficiente? Bien, lo doblaré. Incluso puedes negociar el precio, ¡y lo aceptaré!». Su oferta hizo reír amargamente a Alicia. Cuando estaban casados, Joshua siempre la había menospreciado. Pero ahora, después de su divorcio, de repente parecía tan generoso. ¿Realmente sólo estaba pidiendo comida? Por supuesto que no. Alicia no era tan ingenua. Levantó el teléfono y dejó que sonara el tono de llamada. «Si no te asusta la policía, seguro que te aterroriza Lilliana, ¿verdad?».