---- Capítulo 7 El tiempo transcurrió en silencio en casa. Deliberadamente evité todas las noticias relacionadas con él. Cada vez que su nombre aparecía en los foros de la manada o en algún titular exagerado - «El alfa Tomás y su pareja modelo dan la bienvenida a un cachorro misterioso»- simplemente deslizaba más rápido la pantalla. En cambio, me enfoqué en prepararme para mis estudios en el extranjero. La universidad de la Manada Corona Sombría no era solo una escuela; era el centro para cada cambiaformas ambicioso con cerebro y linaje. Estaba lista para volver a empezar. Una semana antes de que se finalizara el divorcio, estaba acurrucada en mi cama con un libro en la mano. Entonces vibró mi teléfono. Un mensaje de un número que debería haber borrado hace lunas. -éDónde estás? - Me quedé mirando la pantalla y luego dejé el teléfono boca abajo en la mesita de noche. Que se quede conla duda. ---- Otro zumbido. - No olvides que tenemos cita en el registro civil.- Aun así, no respondí. Ambos sabíamos qué día era. No necesitaba un recordatorio. Desde aquel día -cuando se alejó con Beatriz bajo las luces brillantes y los destellos de los paparazzi- no quedó nada entre nosotros más que silencio. Ya no había vínculo. Ya no compartíamos espacio mental. Ya no quedaba rastro de su olor en mi piel. Mi loba había hecho su duelo a su manera. Las primeras noches en casa, merodeó por el borde del bosque, con el hocico en alto, rastreando a un compafiero que no iba a regresar. Pero ahora... ahora apenas se inmutaba cuando su nombre aparecía en mi pantalla. El silencio era todo lo que me quedaba por ofrecerle. Y siendo sincera... Erala única respuesta que se merecía. Punto de vista de Tomás No esperaba que la villa se sintiera tan vacíia-una ---- incomodidad extrafia me invadia. Graciela se había mudado a la capital por mí, sin familia ni amigos cercanos aquí. Entré y lo primero que noté fue el aroma... o más bien, su ausencia. Su fragancia a miel y tomillo silvestre solía impregnar las cortinas, el sofá, el aire mismo. Ahora, todo lo que sentía era cera de muebles y silencio. Demasiado silencio. Solo venía a buscar un archivo-algo enterrado en mi oficina que debería haber recogido días atrás. Pero al estar parado en esa casa vacía, no podía dejar de pensar en que Graciela simplemente había empacado sus cosas y se había ido. Ycon ellas, se llevó su presencia. Sin rastros. Sin aroma. Sin cabellos en el cepillo ni una taza de té a medio tomar en la encimera. Nada. Incluso en nuestras peores peleas -tras todo el desastre con Beatriz -Graciela nunca se había ido de verdad. Tal vez se encerraba en la habitación de invitados o me ignoraba uno o dos días, pero su olor siempre estaba allí. Constante. Reconfortante. Me senté al borde del sofá y saqué el teléfono. ---- -éDónde estás? - El mensaje quedó flotando en el chat como un aullido sin eco. Esperé. No hubo respuesta. Una tensión me apretó el estómago, baja e inquieta. Mi lobo - usualmente tranquilo a menos que lo desafiaran - se agitaba bajo mi piel. No le gustaba este silencio. Graciela siempre respondía. Aunque fuera con un simple "ocupada" o un meme de una loba mordiendo un cable de teléfono. Entonces sonó el celular. Beatriz. Casi no respondí, pero la costumbre-y la obligación- ganaron. - Tomás, éa dónde fuiste?- Su voz sonaba dulce, algo entrecortada, con esa típica fragilidad. -Te traje sopa. Estoy afuera de tu casa, pero no hay nadie. Hace un frío terrible... «Cuándo vas a volver? - Tuve que recoger un archivo. - Dije, sin emoción. Miré por la ventana. La noche había caído rápido. Sabía ---- que debía negarme. Pero mientras ella describía - suavemente, con esmero --cuánto tiempo había pasado preparando la comida, mi determinación vaciló. Graciela aún no contestaba. Tal vez estaba ocupada. Tal vez dormida. Tal vez... Basta. No está aquí porque no quiere estar. Deslicé hacia arriba en el historial del chat, y esa culpa se volvió algo mucho más pesado. Antes, mi teléfono estaba lIleno de ella. Pequefios mensajes. Fotos de flores que encontraba en sus caminatas matutinas. Notas de voz en las que podía oír surrisa o a su loba resoplando detrás, molesta por las ardillas. Ella solía compartirme todo-cosas tontas, silenciosas, cosas que a nadie más le importarían. Pero a mí sí me importaban. éY ahora? Silencio. Ningún mensaje nuevo. Ningún aroma en el aire. Ningún vínculo al cual aferrarme. Me aferré a un solo pensamiento como si fuera un salvavidas: Cuando nos volvamos a casar, todo volverá a ---- ser como antes. Tenía que ser así. éNo? Discover our latest featured short drama reel. Watch now and enjoy the story!