Capítulo 35: Me tumbo en sus brazos, me pongo cómoda y, por fin, cierro los ojos. Al cabo de un par de minutos, siento la mano de Matt recorrer el borde de mis pantalones de chándal. Cuando se da cuenta de que no me muevo, lo interpreta como una señal para meterme la mano por debajo. —Matt —jadeo. Matt encuentra mi ropa interior y su mano se dirige a mi clítoris mientras comienza a frotarlo. Intento agarrarle la mano, pero no se mueve. —Sin sexo, Elisia. Lo prometo —me asegura. —Te haré sentir bien. No he tenido ninguna actividad sexual en mucho tiempo, y parte de mí quiere ceder, pero esto me parece mal. Estoy comprometida, y aunque no voy a volver, esto me parece tan mal. «Matt, no. Para», susurro con calma. Pero no me escucha, joder. En cambio, me aparta los pantalones a un lado, dejándome expuesta a su mano. Sin previo aviso, me mete tres dedos dentro. Tres putos dedos. Un dolor agudo me recorre las piernas y el estómago. Esto duele como el infierno. «Joder, para», intento. «Matt, duele, por favor». «Solo tienes que esperar; te sentará bien», me insiste. «¡No, para!», grito, pero él sigue moviendo los dedos dentro de mí, con brusquedad. El dolor es demasiado y no para. Por eso precisamente nunca dejaría que Matt fuera mi primero. Nunca le importa lo que yo diga ni mi comodidad. Solo le importa complacerse a sí mismo. «Joder», hago una mueca de dolor, retorciéndome en su agarre. Siento que no puedo respirar y las lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos. El dolor agudo en mi interior me impide moverme, pero al final consigo apartarlo de mí. Ahora, las lágrimas corren por mi rostro, y cuando miro sus dedos, veo sangre en ellos. ¿Qué coño? Fue demasiado fuerte. Sé que no pudo haber sido mi período porque ya tuve el mío este mes. «Matt, ¿qué coño?», grito, más lágrimas escapándose. «Relájate, es normal», pone los ojos en blanco, acercándose a mí. «Tenía que estirarte de alguna manera. Estás tan jodidamente tensa». Quizá porque soy virgen y acabas de meterme tres dedos. «He dicho que no», digo con la voz quebrada. «Te dije que me dolía y aun así…». «¡Deja de comportarte como un puto niño!», alza la voz y me agarra de los brazos, tirando de mí hacia él. Me tira a la cama y se sube encima de mí, aprisionándome. Me besa con rudeza por el cuello y la mandíbula. Matt me inmoviliza las manos por encima de la cabeza con una mano mientras con la otra me levanta la sudadera, dejando al descubierto mis pechos. Me baja la camiseta negra, haciendo que se me caigan los pechos. Se aferra a uno con la boca, mordiéndolo y mordisqueándolo. «Matt, para, por favor», grito aún más fuerte. Pero él no para. Parece como si todo a mi alrededor se hubiera detenido porque no me escuchan. Sigo diciéndole que pare, pero él no lo hace, como si mis palabras no significaran nada para él. ¿Cómo puede seguir adelante mientras me oye llorar y gritar que pare? «Te sentirás bien», me calla. «¡No!», grito. —Sandra, ayuda… —Me interrumpe cuando me besa, forzando su lengua en mi boca. Su mano baja hasta mis pantalones de chándal y, justo cuando está a punto de quitármelos, la puerta se abre de golpe. —Puto cabrón. ¡Quítate de encima de ella! —Oigo gritar una voz familiar. Alejan a Matt de mí en un instante, y me arreglo la ropa, sentándome en la cama. Me arrastro hacia atrás hasta sentir el cabecero contra mi espalda. Llevo las rodillas al pecho, todavía temblando incontrolablemente. Levanto la vista y veo a Theo golpeando sin piedad la cara de Matt; la sangre brota sin parar. Sandra se abalanza sobre mí y me abraza mientras unos sollozos silenciosos se escapan de mis labios. Shawn y Sergio la siguen, mirándome con puro horror.
