Capítulo 24: Allison terminó la llamada y se recostó en su asiento, terminando por fin los cabos sueltos en la villa. Mientras su mano acunaba su cabeza, preparándose para un breve descanso, la pantalla de su teléfono se iluminó con un nuevo mensaje. Desbloqueó el teléfono y vio que era de Emanuel Welsh. «Allison, ¿cómo voy a sobrevivir sin ti? ¿Cuándo volverás a Athton a visitarme?». Le siguió un emoji de un gato llorando, completando su dramática súplica. Una sonrisa se dibujó en el rostro de Allison. Keanu siempre estaba serio y estoico, mientras que Emanuel tenía la energía de alguien con la mitad de su edad. Siempre estaba al día de las últimas modas y tendencias. Todo lo que la gente joven adoraba, Emanuel lo abrazaba sin dudarlo. Antes de que Allison pudiera siquiera pensar en una respuesta, su teléfono comenzó a vibrar salvajemente cuando Emanuel la llamó directamente. «¡Allison! ¿Has abandonado a este pobre viejo, pudriéndose en una ciudad solitaria y tranquila? Han pasado tres años y siempre esquivas mis invitaciones con tus excusas de ‘ocupado, ocupado, ocupado’. ¡Me he estado consumiendo! Ni siquiera sabes cuánta gente se aprovecha de mí ahora que no estás para mantenerlos a raya». Allison apartó instintivamente el teléfono de su oído, dejando que la perorata de Emanuel alcanzara su dramático crescendo antes de devolvérselo a la oreja. ¿Y si la gente se aprovechaba de él? Emanuel, que se había forjado una reputación de ser más astuto que los demás, no era precisamente el más astuto. Si alguien se aprovechaba de los demás, era él. Pero a pesar de todas sus quejas, Emanuel era como un niño travieso: le encantaban las bromas y llamar la atención. «Vamos, Emanuel, ¿quién se atreve a meterse contigo? ¿No saben que tienes una legión de alumnos y aprendices repartidos por todo el mundo? Se quedarían petrificados imaginando que alguien fuera a por ellos con un cuchillo de esculpir». Emanuel resopló, más irritado que realmente molesto. «No lo entiendes. Me estoy haciendo mayor. En mis tiempos, podía trabajar sin parar durante días. Ahora tengo las manos agarrotadas y cada maceta, cada escultura… parece que me estoy repitiendo. No hay emoción, no hay chispa. Lo mismo una y otra vez». El arte no era sólo cuestión de talento, sino de inspiración. Y esa chispa puede verse opacada por el ajetreo de la vida. Aun así, Allison conocía a Emanuel lo suficiente como para intuir que esa no era la raíz de su inquietud. Rápidamente siguió adelante. «Además, hay un tipo. No me deja en paz, sigue apareciendo como un gato callejero del que no me puedo librar. Juro que lo he intentado todo para librarme de él». Allison enarcó una ceja. Si Emanuel aún no lo había echado, probablemente disfrutaba de su compañía, aunque nunca lo admitiera. Ahora que ya no tenía que ocuparse de las tareas domésticas de Colton, y que hacía tiempo que no veía a Emanuel, Allison echó un vistazo a su teléfono y rápidamente echó cuentas. «De acuerdo, iré a visitarte el sábado». El humor de Emanuel cambió al instante. «¿En serio? No me tomes el pelo, Allison. Ya me has dejado plantado antes». «Allí estaré. No hay marcha atrás». Después de tranquilizarla un poco más, terminó la llamada. Mientras regresaba a casa, sus pensamientos comenzaron a arremolinarse. Aunque Rebecca había sido más que generosa al ofrecerle un lugar donde quedarse, Allison sabía que no podía depender de ella para siempre. Rebecca ya tenía bastante con lo que lidiar en su propia vida, y la prolongada estancia de Allison no haría más que aumentar esa carga. El dinero que Colton le había dado -los cuatro millones y la villa- no era más que una gota en el océano cuando se trataba de sus necesidades reales. Apenas cubría los gastos de mantenimiento de la red de hackers que había construido. Su verdadero patrimonio, los fondos y propiedades repartidos por Vrining, estaban inmovilizados y congelados desde que se había alejado de aquella vida. Estaba dispuesta a dejarlo todo atrás cuando se casó con Colton, para instalarse en una vida más sencilla. Pero la vida rara vez sale como uno la planea. Ahora, necesitaba desbloquear esos activos congelados. Cuando Allison llegó por fin a casa de Rebecca, se dirigió a la habitación privada que le habían reservado. Cerró la puerta tras de sí, se dirigió rápidamente a la estantería y pulsó un botón oculto. Cuatro pantallas ocultas emergieron de las paredes, proyectando un suave resplandor azul sobre el espacio. Con gran precisión, Allison navegó hasta un sitio web oculto e inició una serie de comandos para recuperar el acceso a su cuenta de seguridad. Sus dedos se movían rápidamente, introduciendo contraseñas y ejecutando líneas de código. Las pantallas se llenaron de flujos de datos, y el código fluyó a la perfección mientras ella desbloqueaba reservas ocultas. Se cambiaron identificaciones, se verificaron identidades y se accedió a páginas seguras. Todo sucedía en un abrir y cerrar de ojos. En aquella habitación poco iluminada, bañada por el frío resplandor de las pantallas, el rostro de Allison reflejaba el mismo frío. Su expresión era concentrada, distante y carente de emoción.