Capítulo 15: ???? ???? ???? ???? ???? “¡Por tanto estrés! ¡Por preocuparme de tus hombres! ¡Por temer encontrarte y ser víctima de tu furia!”, respondió con odio y los ojos cargados de lágrimas. “Déjame ir. Tu esposa debe de estar preocupada por ti”. “¿Qué fue lo que ocurrió entre nosotros, Frida?”. Román se sentía culpable. “Un contrato fallido”. Aún me debes un hijo, aún eres mía, ese contrato sigue siendo válido”, respondió indignado, atrapando el rostro de Frida entre sus manos. “Tu v!entre aún es fértil y tu firma sigue fresca en ese papel. Aún me perteneces”. “Ya no”, alegó Frida con dolor. “Ahora tienes un nuevo contrato que cumplir”. “No”, pronunció contra los labios de Frida. “Dime que cumplirás con tu parte, que regresarás y todo será como antes”. “¿Cómo antes? ¿Cómo cuando me tenías olvidada en esa casa y solo me tenías para follar? Solo era un accesorio más, no tenía más protagonismo que el perchero de la entrada. Te daré hasta el último centavo y seré libre de ti y tu contrato”. “Eso jamás pasará”, respondió Román divertido, pues el tiempo no había cambiado la altanería de Frida. Seguía siendo rebelde y orgullosa, y eso le encantaba. Calló su boca con un beso apasionado que hizo arder a ambos en la tentación. Frida quería entregarse una vez más a ese hombre que había marcado con fuego su nombre en su piel y al mismo tiempo quería huir de él. Sus manos se aferraron a la solapa de su saco, manteniéndolo pegado a su cuerpo mientras su piel se erizaba al sentir sus manos recorriéndola y acariciando sus muslos con deseo. Cuando estaba dispuesta a entregarse en ese baño, la puerta se abrió. Se trataba de la pelirroja, encontrándolos en ese incómodo y apasionado reencuentro. Su corazón se rompió y sus ojos lo expresaron con ese brillo que auguraba lágrimas. Retrocedió con la mano en el pecho y sin decir ni una sola palabra, regresó sobre sus pasos, devastada. “Ve tras ella. Es tu esposa”, dijo Frida con el corazón igual de roto. “Frida…”. “Ella es tu esposa, a la que le diste el anillo, con quien te comprometiste en el altar. ¿Qué buscas en mí cuando ella es quien te dará al hijo que tanto quieres?”. El dolor la quemaba desde dentro y la consumía en agonía, pero tenía la fuerza para mantener la frente en alto. “Tú eres un hombre de negocios y yo solo fui una mala inversión”. “Esto no se quedará así, Frida…”. Román retrocedió. “No se te ocurra salir de aquí. Arreglaremos esto hoy mismo”. Llegó hasta la puerta y cuando salió puso el seguro por fuera. Tenía que hablar con Casidy y evitar que hiciera un espectáculo de todo esto, pero no podía darle oportunidad a Frida de que volviera a desaparecer. Encontró a la joven pelirroja en la mesa, picando un pedazo de pollo con el tenedor mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. “¿Por qué no pudiste esperar a que terminara la luna de miel? Sabía que eras un hombre caprichoso y que me serías infiel tarde o temprano cuando te aburrieras de mí, pero… ¿Tan pronto?”. “Te recuerdo que no te tengo a mi lado porque quiera una relación sentimental seria. Solo quiero un hijo y una familia que pueda complacer a mi abuelo. Así que evita hacer un drama de todo esto”. En el baño, Frida golpeaba la puerta desesperada por salir. Cuando creyó perder toda esperanza, el pomo giró y la puerta cedió. Esperaba ver a Román, pero era Jake, sorprendido. De inmediato se lanzó a sus brazos, aliviada de verlo. “¿Qué ocurre? Me dijeron que habías ido al baño y estabas tardando en regresar a tu puesto. ¿Todo bien?”. “No, nada está bien. Tengo que salir de aquí, tengo que pasar por Emma al departamento”, exclamó alterada y corriendo directo hacia donde estaba Carina. “¿De qué estás hablando?”. “Tengo que salir de la ciudad cuanto antes”. “Frida, espera…” Cuando ella estaba a punto de tomar a Carina en brazos, Jake la detuvo. “Siempre supe que huías de algo y me encantaría ayudarte a que dejes de hacerlo, pero necesito que me expliques lo que pasa”. De pronto los ojos de Frida se posaron en esa mesa junto al balcón y se clavaron en Román que parecía sumir cada vez más en la miseria a su joven esposa”. “Él es el padre de Carina”, dijo Frida con dolor, señalando a Román. “Y no quiero que me la quite. No es buena persona”. “Bien, vámonos…”. Jake comenzó a quitarse el mandil y su filipina. “No dejaré que huyas sola. No de un tipo como él”. “Es lo que he estado haciendo todo este tiempo, no necesito tu protección”. “No necesitas mi protección, pero conmigo todo será más fácil, créeme. Una carga pesa menos cuando se reparte entre dos”. “No te voy a hacer perder todo lo que tienes por mi”. “No lo haces, yo lo escogí así”. “Jake…” Date prisa, aún tenemos que pasar por Emma”, dijo llegando a la puerta trasera. Sonrió con ternura y acarició la mejilla de Frida antes de que ambos salieran del restaurante. Huyendo una vez más. Cinco años después… Román revisaba una y otra vez los papeles ante él. Estaba tan absorto que no escuchó cuando la puerta de la sala de juntas se abrió. Un hombre de seguridad se acercó en silencio y justo a su lado habló en voz baja. “Señor Gibrand… no sé cómo decir esto, pero hay un par de niñas que lo buscan…”. “¿Un par de niñas? ¿De qué hablas?”, preguntó molesto. No estaba para bromas. “Sí… Emma y Carina… dicen ser sus hijas”. “¿Mis hijas?”, exclamó desconcertado y se puso de pie. Reconocía el nombre de Emma, pero… ¿quién era Carina? “¿Dónde están?”. “En la oficina”. Fue de inmediato y al abrir la puerta se encontró a Emma que ahora era una jovencita de doce años, estaba tranquilizando a una pequeña niña sentada en la silla del escritorio. Emma de inmediato corrió hacia él en cuanto lo vio entrar. Román no dudó en hincarse y recibirla con un fuerte abrazo. Aunque no era su padre y no solía dar muestras de cariño, no le costó dejarse dominar por el instinto paternal. “¿Emma? ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está tu madre?”, preguntó desconcertado y vio a la pequeña niña en el escritorio. Tenía los mismos ojos que Frida. “Mi mamá está mal… está herida…”, dijo Emma angustiada, poniendo alerta a Román. “¡¿Qué?! ¡¿Dónde?!”. Frida llevaba las bolsas llenas de comida mientras Emma tomaba de la mano a Carina que no dejaba de saltar las grietas de la banqueta. Al pasar frente a la tienda de electrodomésticos, una imagen llamó la atención de las tres. Se trataba de Román, quien le daba la mano a un hombre canoso. La noticia hablaba del acuerdo que ambas empresas firmarían en esa misma ciudad. “Román…”, dijo Emma quien lo recordaba bien y le causaba nostalgia ver su imagen.