Capítulo 10: ???? ???? ???? ???? ???? Se limpia la boca con la mano, abriendo la agenda que trae, la cual reconozco como la de Adam. “¿Qué es eso?”, le pregunto. “La agenda de su esposo”, responde. Más mi%rda crea en mí cuando deja en claro que sabe que era un hombre casado antes de meterse a la cama con él. “No tengo p$ne, no soy él. Necesito que consigas una nueva agenda para mí”, le espeto. “Traeré una de la bodega ahora mismo y regreso”, traga grueso. Está saliendo de la oficina cuando la detengo. “No quiero una de la bodega. Necesito que sea diferente por si llega a perderse así que ve a la librería que está a dos cuadras”, le ordeno. Tomo asiento en mi silla, notando que todavía continúa de pie frente al escritorio, por lo que alzo una ceja, observándola con desdén. “¿Por qué tengo que ir?”, pregunta. “Porque para eso se te paga. Cuando estés de camino necesito que recojas algunas bolsas de la tienda Gucci, y quisiera un panqué. De crema, no tolero el chocolate últimamente”, sonrío. Suelta un suspiro, todavía en la misma posición. “¿Hay algún problema?”, le pregunto. “Mire, sé que tengo que ser su asistente, pero no pienso salir del edificio, para eso hay personas que se ocupan de esos recados, y si quiere una nueva agenda, le pondré brillitos, pero no seré su esclava”, el tono de su voz me hace notar que ha olvidado por completo su lugar en este edificio, en esta planta y en esta habitación. Más allá de ser la jovencita que se coge a mi esposo, me cabrea su altanería la cual ha demostrado no solo conmigo sino también con Adam, a quien ya no espeta en lo absoluto, demostrando que no solo están hace tiempo, sino que ya se cree con derecho y poder sobre esta empresa, cosa que jamás va a pasar. Me pongo de pie lentamente, sin quitarle la mirada de encima. “¿Qué?”, se mueve incómoda. “Lo que escuchó ¿Te dieron tantos privilegios cuando yo no estaba que te crees con el poder de hablarme de esa forma?”, sonrío. “No me dieron privilegios”, levanta el mentón. “¿Ah no? Porque por lo que vi, desde que te contrataron, tu horario de llegada es a las siete de la mañana y como hoy, llegaste siempre después de las ocho. Una hora de atraso, todos los días, sin contar los tiempos libres que te tomas para el desayuno y las salidas temprano. Además, cargaste algunos pedidos de comida a la cuenta de la empresa, cuando provienen de un servicio ajeno al contratado porque quieres comer otra cosa. No sé tú, pero yo los veo como privilegios”, le digo. “Señorita…”. “Señora, Cindy, a partir de hoy trabajas para mí, por lo tanto, haces lo que yo te pida. No quiero reclamos, ni excusas, ni lloriqueos, porque si no puedes cumplir, estoy segura de que otra persona lo hará por ti”, corrijo seria. “Entonces contrate otra asistente. Yo seguiré siendo la asistente de Adam para…”. “¿Disculpa?”, interrumpo. Se pone tan pálida que puedo ver las venas en su rostro, incluidas las de su frente las cuales parecen que van a estallar. Esto es realmente genial. “Señor Byrne”, corrige. Sacudo la cabeza. “Tienes muchos problemas con la autoridad, Cindy, y no creo que alguna vez vayas a cambiar así que estás despedida. Recoge tus cosas, haré que contabilidad envíe a tu casa la liquidación, pero no necesito a nadie como tú en mi equipo”, tomo asiento en mi escritorio “Pero…”. “Es todo”, le corto. El ver las lágrimas que se forman en sus ojos es como ver una obra de arte de la época antigua y sí, tal vez sea una completa p$rra disfrutando del dolor ajeno, pero ¿Quién no sería feliz viendo a la maldita que duerme con su esposo llorando? El día ni siquiera ha llegado la mitad cuando Kim ingresa en mi oficina nueva, llorando a mares, con la cara enrojecida y los ojos rojizos. “¿Qué demonios pasó contigo?”, pregunto, colgando de inmediato la llamada que tenía con un viejo cliente. “¡Acaba de echarme! Dijo que tomara mis cosas y que contabilidad me enviaría la liquidación”, llora como lo que es, una niña pequeña. Se lanza a mis brazos, está tan sentida que incluso sus lágrimas empapan mi camisa lo que no me molesta, aunque el llanto si se vuelve algo agotador después de unos minutos. “Cuéntame bien qué pasó”, me alejo un poco, limpio su rostro hermoso, esperando ver ese brillo que en tan solo unas horas Ava comenzó a destruir. Traga grueso, relatando cada parte del día. Termino odiando a Ava por las cosas que le pidió, como si fuera un perro sirviente en vez de una asistente, lo que me tiene demasiado molesto. Le pido que se quede en mi oficina mientras voy a charlar con Ava para frenar el despido, cosa que no puede hacer por más que quiera porque necesita de mi permiso y el de una junta directiva que no verá nada malo en su comportamiento o desempeño de los últimos meses, pero en cuanto entro en la oficina veo que está vacía. “Hablaré con ella. Tienes que calmarte, no puedes dejar que te absorba de esa manera. No lleva ni un día aquí”, le aseguro a Kim cuando regreso a su lado. Niega con su cabeza. “No seré su asistente. Prefiero renunciar antes que regresar al lado de esa mujer”, asegura. “No puedes renunciar, tu pasantía no terminó y la necesitas para los créditos así que, descártalo”, ruedo los ojos. “¡Entonces haz algo!”. “Lo haré, lo prometo”, suelto un suspiro. Tengo que, además de mi trabajo, consolarla cada que recuerda que posiblemente en estos momentos estén haciendo su liquidación a pedidos de mi esposa. Kim tarda horas en recuperarse, casi la misma cantidad de horas que le toma a Ava regresar a la oficina. Todos murmuran cuando la ven pasar. Los hombres derrochan baba por ella y es que incluso a mí me ha encandilado un poco, a decir verdad, pues no recuerdo que tenga la figura que ahora presume con ese conjunto que le queda tan bien. Y los labios rojos, esos… “Dijeron que estabas buscándome”, dice sin emoción cuando me tiene de frente. “¿Dónde estabas?”. “¿Me controlas ahora?”, medio sonríe, tomando su bolso y es que tuve que hacerle guardia en su oficina porque la muy p$rra no regresa sino hasta que falta media hora para la salida. “Eres mi esposa, mi empleada y…”, me encojo de hombros. Frunce el ceño al verme. “Soy tu socia, cariño, empleada es la que despedí hoy. Por cierto, sé que seguramente por eso estás aquí así que hablemos de esto rápido que tengo que ir a ver unas cosas”, dice sonriendo abiertamente. “¿Por qué tienes tanta prisa?”, pregunto. “Negocios. Ahora dime, ¿Por qué no puedo despedir a Cindy?”, espeta ella. “Kimberly. No puedes despedirla porque no es tu asistente, sino la mía”, gruño. Discover our latest featured short drama reel. Watch now and enjoy the story!