Capítulo 34: Al atardecer, Elyse se despertó de su letargo, parpadeando bajo la tenue luz que se filtraba por la ventana. Había caído la noche, y un vistazo a su teléfono reveló que eran más de las nueve. Estiró los brazos para disipar el entumecimiento y notó que la puerta del dormitorio se abría con un chirrido. Jayden entró lentamente, con el rostro bañado por la suave luz de la luna. A pesar de la tranquilidad de la escena, sus ojos delataban una ira latente cuando se clavaron en Elyse, que se sintió sorprendida por su presencia. «Llevas dos horas enfadada conmigo. Muy atrevido por tu parte, ¿no? Nada de cenar hasta que te haya calmado», comentó con voz firme. A medida que se acercaba, Elyse sintió que su ansiedad aumentaba. Instintivamente, retrocedió y acabó arrinconándose, con la mirada suplicante. «Yo… simplemente me quedé dormida por accidente. No era mi intención saltarme la cena», balbuceó. El estado de Jayden seguía siendo frío. «Elyse, no creas que puedes convencerme saltándote comidas. Si es necesario, tengo maneras de asegurarme de que comas. Mejor no me provoques». Elyse sintió una punzada de impotencia. Su explicación parecía caer en saco roto. No tenía intención de saltarse la cena; cuando regresó a la habitación horas atrás, sintiéndose un poco cansada, se quedó dormida en la cama. Buscando consuelo, extendió la mano, agarrando suavemente el dedo meñique de Jayden. «Sé que me equivoqué. Por favor, no te enfades. Me estás asustando», suplicó, con la voz teñida de miedo. Al ver su angustia, Jayden se ablandó un poco. Cuando Elyse lo miró, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas, detectó un atisbo de desesperación bajo su miedo. «¿Por qué tanto miedo? ¿Eres una niña?», le preguntó, con un tono más suave. Elyse se mordió el labio y bajó la cabeza, abatida. «Has estado muy agresivo, me has intimidado». ¿Era culpa suya? Jayden le cogió la mano, controlando sus propias emociones. «Levántate y baja a cenar conmigo. «No voy a ir. No te gusta cómo cocino», protestó Elyse. Jayden la miró fijamente. «Me lo comeré». Elyse se quedó desconcertada. «¿Qué?» «He dicho que me comeré lo que has preparado», repitió con firmeza. Tras un breve silencio, ella replicó: «Si no te gusta, puedes rechazarlo». «Basta de charla. Baja ya», insistió Jayden. Con un movimiento de cabeza, Elyse se levantó obedientemente y lo siguió escaleras abajo. En el comedor, la mesa estaba puesta con los platos que ella había preparado, aún humeantes de haber sido recalentados. El personal de la casa estaba ausente. Elyse se sentó junto a Jayden y preguntó: «¿Dónde están los demás?». «No es asunto tuyo. Solo come», dijo Jayden escuetamente. «Bien», accedió ella, y empezó a comer como le habían ordenado. Jayden cogió una botella de vino y se sirvió un vaso. El líquido, de un tono púrpura claro, desprendía un aroma fragante. «Gracias, Jayden», dijo Elyse, con la mano apoyada en la barbilla mientras lo miraba. Nunca nadie le había mostrado tanta amabilidad; Jayden era el primero. Se sentía realmente querida. Aunque quedaba por demostrar su sinceridad, se sintió satisfecha. «¿De verdad estás tan emocionada sólo porque te ofrecí algo de ayuda?» inquirió Jayden despreocupadamente tras tomar un sorbo de vino. «Bueno, pareces ser mi pilar de apoyo», respondió Elyse con sinceridad, sus ojos brillando de sinceridad. Jayden no se había esperado su franqueza. Había una pureza en su mirada que lo sorprendió. Sintió una inesperada punzada de culpabilidad. En ese momento se dio cuenta de que ella era directa y sencilla, un rasgo que él no podía atribuirse. Al darse cuenta del vino que Jayden estaba bebiendo, Elyse le acercó su copa en silencio. «A mí también me gustaría probarlo». «Sólo un poco», advirtió Jayden, sirviéndole media copa. Ella se acercó el vaso a la nariz y aspiró el aroma. «Huele de maravilla. Este vino debe de ser exquisito». «Es el vino de frutas casero de Driscoll. Tienes mucha suerte de probarlo», comentó Jayden. Tomando un sorbo, Elyse paladeó el sabor. No era abrumador y, a medida que bajaba por su garganta, un agradable calor se extendió por todo su cuerpo. «Este vino es realmente exquisito», exclamó. «Tienes un gusto excelente».
